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sábado, 19 de julio de 2014

El hablar, el pensar, el escribir.

En ciertas oportunidades pienso en que los infortunios de las personas se basan en las propias limitaciones de cada ser, que cada molestia que conlleva a una desintegración de las relaciones sociales no son tan imperfectas si sólo molestan a su procedente, y, que todo se refuerza en la fortaleza mental de un individuo, es decir, a nadie le importa lo que tu crees que a los demás les molesta de ti.

Es entonces cuando pienso en la elocuencia y su grata valentía cuando es desenvuelta por quién no conoce lo que tiene, pero lo tiene; cuando se conoce la grandeza de las acciones que pueden derivar de su perfecto control y que son impuesta de forma que han cambiado la historia, sin ninguna índole de llegar a ser viril o mediocre al pronunciar y desatar gestos que demuestran autoridad y convicción; mensajes que llegan hasta al mas cerrado receptor sin pizca de intelecto ni comportamiento sutil. Son grandes características que pueden crear y demoler, pero que no pueden llegar a todos los aspectos de los dominios terrenales del humano, a menos que se posea la personalidad suficiente para hacer la voluntad de tu propia imaginación y retar a la humanidad.

Navegando en los pensamientos, llego a la cuestión de la escritura y su poder. Un estilo de liberación que no tiene un alcance tan amplio, pero su complejidad y hermosa estructura es sinónimo de superioridad creativa, a pesar de que la supremacía mental no engloba aspectos de la comunicación, es una forma admirable e inteligente de tener certeza sobre su capacidad; sin embargo, su aceptación es limitada pero concreta, irresistible para los generadores de viajes que luchan por un entorno sabio, y arrogante para quien considera detestable dichas labores. Tal vez es una comparación indeseable, inoportuna o imposible, pero que se esmera por crear una completa justificación del porque de las preferencias personales y los seguidores a quien admiras, sin tener nada en común dichas conclusiones, es importante conocer su relación. Después de todo, cada camino proviene del pensamiento.

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